Oculto entre las aguas como Atlántida
en el fuego de tu pecho soy cenizas.
Tus ojos son el Faro de mi Alejandría,

me salvan de naufragios con sabiduría.

Me haces grande como el Coloso de Rodas,

eterno, sin prisa, cual Pirámide de Giza,
sabiendo que tú serás mi memoria,
colgado de ti, mi Jardín de Babilonia.


No es un exceso si te levanto a besos
un templo como Artemisa en Éfeso,

?fuerza y lucha? mi epitafio, si llega el caso,
enorme como el Mausoleo de Halicarnaso.


Deslízate como un abrazo en espiral
que arrastre nuestros latidos al respirar.
Siénteme igual, desnudo en tus ojos;

en nuestras manos aprieta la verdad.

Quiero evitar todo instante ido.

Te haría inmortal como Psique y Cupido.
Que el eco de tu voz no me abandone,
no caiga como Narciso

al estanque y me ahogue.

Yo bajaría por ti a los infiernos

como Orfeo por un mortal veneno.
Como a Eurídice te perdería
porque dejar de mirarte no podría.


¿Dónde me eleva tu mirada limpia?
A tu lado, como Zeus en Olimpia,

me yergo indestructible, incorruptible.
Los lazos que nos unen me hacen más libre.


Libre, como ideales de acracia.
Libre, como Victoria de Samotracia.
Yo deshilvano por ti toda bandera que ondea.

Tú, mi Atenea. Tú, mi corriente y mi marea.

Tú, mi agua como principio, igual que Tales.

Respuesta a mi pregunta no pronunciada.
Yo que sólo sé que no sé nada.
Y que nuestra revolución no será televisada.


Deslízate como un abrazo en espiral
que arrastre nuestros latidos al respirar.

Siénteme igual, desnudo en tus ojos;
en nuestras manos aprieta la verdad


Quiero evitar todo instante ido.
Te haría inmortal como Psique y Cupido.
Que el eco de tu voz no me abandone,

no caiga como Narciso
al estanque y me ahogue.


Yo bajaría por ti a los infiernos
como Orfeo por un mortal veneno.
Como a Eurídice te perdería

porque dejar de mirarte no podría.