Cuando aquella rubia dulce
de ojos verdes,
me enredó en sus redes

una fila de luces
alumbró mi camino.


Entendí las palabras más silenciosas,
fui polizón en su alma y su cama,
su melodía cambió las espinas por rosas

hasta que alguien extinguió la llama
interpretando con sordina el pentagrama.


Así que pronto oscureció,
se apagó la luz,
nuestra vida de tul

se desgarró,
se deshilaron los latidos.


Lloré los mares del amor prohibido
intentando ahogar en ellos mi soledad
cosió mi roto pero no su descosido

hundiéndome en momentos perdidos
que jamás iba a poder recuperar.


Pasaron días de sueño,
noches en vela,
resacas, borracheras,

conquistas de diseño
y jugadas del destino.


Me doctoré en metas imposibles
me especialicé en soñar con ella
intenté intentar perder el imperdible

romper este contrato irrompible
y desenredar la enredadera.


Pronto llegó mi calma chicha,
vaticiné una tormenta
que de forma violenta

y sin ninguna prisa
me llevaría por otro camino.


Y al igual que todos los huracanes
tú también tienes nombre de mujer
y ahora es mucho más que probable

que el viento nos sea favorable
y no nos volvamos a perder.


Te encontré cuando sacaba la basura,
cuando limpiaba los rastrojos del desamor...
Fuiste la doctora

que encontró la cura
desviando mi ruta
hacia tu corazón.


Ya no habrá más noches solitarias
ni ayunas de risas, calor y sal

ahora que me atrapan tus redes carcelarias
la vida me da otra oportunidad.