Hojeando un viejo libro halló la clave
Fue como una mágica revelación
Su anciano rostro, tibio, de mujer se iluminó

Al ver, dormido allí el pétalo seco de una flor.

Recuerdos que de niña se quedaron

Entre páginas que el tiempo abandonó
Brotaron como el agua de una fuente en su interior,
Y así supo por qué a su vida no llegó el amor.


Y vestida de blanco echó a correr
Rumbo al monte como la primera vez

Buscando entre los árboles, el que le dio la flor
Para amarle antes de que todo acabe


Se desnudó frente a aquel tronco herido.
Vio su nombre grabado allí en el olvido.
Y con una espina dulce que de una rama cayó

En su cuerpo todo un árbol se tatuó.