Recordaré aquellos años
el frío en tu espalda
tus manos y el clavel

que llevamos a las tumbas
de aquellos que cayeron
por alguna bala loca,

de algún fusil sin Dios.
Y llovía y llovía,
y los estruendos espasmódicos

de gritos y misiles
que hoy están
sepultados por la historia que agoniza,

por la herida que aquel Chile recibió.



Y tus labios hoy me dicen
que olvide aquellos días
son días que hay que olvidar.

Y yo pienso 'cómo puede aquella gente
borrar de sus cabezas
el rostro en blanco y negro

de su hijo que un día salió y desapareció,
y hoy está diez metros bajo tierra.
Diez metros bajo sangre,

bajo olvido
bajo el brazo lapidario de aquel dictador'.



No hay democracia en el canto del político
sínico

que alza sus brazos al cielo
esparciendo aquel veneno
que nutrido de promesas falsas

infecta a la gente de mi sociedad.
Yo no pido mucho más,
sólo que me dejen en paz

para andar de tu mano por las plazas
perdido en tu memoria
que es la tinta de tu historia,

que es la tinta de tu gloria.



Pues sé que al final del día toda discusión
inútil será.
Pues sé también

que el objetivo mismo es en realidad poder progresar
como dice el panfleto:
'Por un Chile más perfecto,

por sus brisas, por sus vientos,
el poeta y el minero'.
Y que el poeta escriba,

y que el minero sobreviva.



Que este canto se transforme en
reverencia subversiva de una clase que
hoy esquiva ideologías de alquiler.

Y que canta con pasión una canción sin panfletos de ocasión.
Por un Chile que no olvida,
por un Chile al que no estiman,

por un Chile que al que derriban,
por un Chile que no olvida
las traiciones

que hoy convierte en sus tradiciones.